Vivimos en un mundo donde las promesas se rompen constantemente. Los políticos prometen y no cumplen. Las relaciones terminan pese a los votos. Los contratos se violan. Has aprendido, quizás dolorosamente, a no confiar demasiado en las palabras de otros.
Pero hay un lugar donde cada promesa es absolutamente segura, donde ninguna palabra cae al vacío, donde cada compromiso está respaldado por el poder infinito del universo: las promesas de Dios.
"Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?" (Números 23:19). Cada promesa que Dios hace en Su Palabra no solo es posible, sino inevitable. Y hoy quiero compartir contigo cinco promesas que tienen el poder de transformar radicalmente tu vida, comenzando ahora mismo.
Primera Promesa: Dios Nunca Te Abandonará
"No te dejaré, ni te desampararé." (Hebreos 13:5)
Esta es quizás la promesa más fundamental y transformadora que Dios hace. En un mundo donde las personas vienen y van, donde incluso las relaciones más cercanas pueden fracturarse, hay Alguien que prometió no dejarte nunca, bajo ninguna circunstancia.
Nota que Dios no prometió: "No te dejaré, a menos que..." No hay cláusulas de escape. No hay letra pequeña. No hay condiciones basadas en tu comportamiento perfecto. Esta promesa no dice "si te portas bien" o "si eres lo suficientemente espiritual." Es absoluta e incondicional.
Piensa en lo que esto significa prácticamente. Cuando te despiertas a las 3 de la madrugada con ansiedad destrozándote el pecho, Dios está ahí. Cuando enfrentas ese diagnóstico médico aterrador, Dios está ahí. Cuando cometes ese error vergonzoso y sientes que nadie podría amarte, Dios está ahí. Cuando todos los demás te dan la espalda, Dios permanece.
El profeta Isaías lo expresó así: "¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de mis manos te tengo esculpida" (Isaías 49:15-16). Tu nombre está grabado en las manos de Dios. No escrito con tinta que puede borrarse, sino esculpido permanentemente.
David, que experimentó traiciones, persecuciones y fracasos personales devastadores, pudo declarar con confianza: "Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, el Señor me recogerá" (Salmo 27:10). ¿Cómo transforma esto tu vida hoy? Te libera del miedo paralizante al abandono. Te da la valentía para ser vulnerable, para intentar cosas grandes, para admitir tus luchas, porque sabes que no importa qué, no estarás solo.
Muchas personas viven aterradas de que si muestran quiénes son realmente, serán rechazadas. Construyen muros. Usan máscaras. Se aíslan. Pero cuando abrazas profundamente esta promesa, esos muros pueden caer. Puedes ser honesto sobre tus luchas porque el rechazo humano ya no es tu mayor miedo. Tienes a Alguien que prometió nunca dejarte.
Esta promesa también transforma cómo enfrentas el futuro. El temor a la muerte, que Hebreos 2:15 dice mantiene a muchos en esclavitud toda su vida, pierde su aguijón. Porque sabes que ni siquiera la muerte puede separarte de Aquel que prometió estar contigo siempre. Como dijo Jesús: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:20).
Hoy, en este momento, no importa dónde estés leyendo esto, recibe esta verdad: No estás solo. No lo estabas ayer. No lo estarás mañana. Dios está contigo. Y eso lo cambia absolutamente todo.
Segunda Promesa: Dios Suplirá Todas Tus Necesidades
"Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús." (Filipenses 4:19)
Esta promesa ataca directamente uno de los mayores generadores de ansiedad en nuestras vidas: el miedo a no tener suficiente. ¿Tendré suficiente dinero? ¿Suficiente tiempo? ¿Suficiente energía? ¿Suficiente amor? ¿Suficiente oportunidades?
Primero, nota algo importante: Dios prometió suplir tus necesidades, no necesariamente todos tus deseos. Hay una diferencia crucial. Dios no es un genio de la lámpara esperando darte todo capricho materialista. Es un Padre sabio que conoce la diferencia entre lo que quieres y lo que realmente necesitas.
Pero cuando se trata de tus verdaderas necesidades, las promesas de provisión de Dios son absolutas y abundantes. Y la fuente de esa provisión no son tus propios recursos limitados, sino "sus riquezas en gloria." Estás conectado a un suministro infinito.
Jesús enseñó sobre esto directamente: "No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6:31-33).
Observa las aves del cielo, dijo Jesús. No siembran ni cosechan, pero el Padre las alimenta. "¿No valéis vosotros mucho más que ellas?" (Mateo 6:26). Dios cuida de Sus criaturas más simples con fidelidad absoluta. ¿Cuánto más cuidará de ti, creado a Su imagen, adoptado en Su familia a través de Cristo?
Esta promesa no significa que nunca enfrentarás dificultades financieras o materiales. Pablo, quien escribió sobre la provisión de Dios, también habló de haber aprendido a estar contento tanto en abundancia como en escasez (Filipenses 4:12). Pero incluso en escasez, sus necesidades fueron suplidas. Nunca fue abandonado sin lo que verdaderamente necesitaba.
La historia del pueblo de Israel en el desierto ilustra esto perfectamente. Durante cuarenta años, Dios proveyó maná diariamente. No podían acumularlo (excepto antes del sábado). Tenían que confiar día tras día. Y día tras día, durante cuatro décadas, nunca faltó (Éxodo 16). Sus ropas no se gastaron. Sus pies no se hincharon (Deuteronomio 8:4). Dios cuidó cada detalle.
¿Cómo transforma esto tu vida hoy? Te libera de la esclavitud de la ansiedad financiera. No te hace irresponsable (la Biblia elogia la sabiduría y la diligencia), pero rompe el poder del miedo. Puedes ser generoso porque sabes que tu fuente no se agotará. Puedes dar un paso de fe en obediencia a Dios sin estar paralizado por el "¿qué tal si?"
También transforma tus prioridades. Cuando confías en que Dios suplirá tus necesidades materiales, puedes invertir tu tiempo y energía en buscar primero Su reino, sabiendo que Él cuida el resto. No tienes que vender tu alma en un trabajo que destruye tu espíritu solo para acumular más cosas que no necesitas.
Esta promesa te permite respirar. Te permite soltar el control. Te permite vivir con las manos abiertas en lugar de puños cerrados, porque confías en que Aquel que viste los lirios del campo más gloriosamente que Salomón, te vestirá a ti (Mateo 6:28-30).
Hoy, identifica esa área donde estás ansioso por no tener suficiente. Llévala a Dios. Recuérdale esta promesa (Él le encanta que recordemos Sus promesas). Y practica confiar en que Aquel que no escatimó a Su propio Hijo, sino que lo entregó por ti, ¿cómo no te dará también con Él todas las cosas? (Romanos 8:32).
Tercera Promesa: Dios Está Trabajando Todo Para Tu Bien
"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados." (Romanos 8:28)
Esta es quizás la promesa más difícil de creer cuando estás en medio del dolor. Cuando recibes el diagnóstico devastador. Cuando pierdes el trabajo. Cuando la relación se desmorona. Cuando la traición te parte en dos. En esos momentos, leer que "todas las cosas ayudan a bien" puede sentirse como una bofetada cruel.
Pero necesitas entender algo crítico sobre esta promesa: no dice que todas las cosas son buenas. Hay cosas genuinamente malas en este mundo quebrantado. El cáncer no es bueno. El abuso no es bueno. La injusticia no es buena. Dios no causa estas cosas malas, y no deberíamos pretender que lo son.
Lo que la promesa dice es que Dios, en Su poder y sabiduría infinitos, puede trabajar incluso las cosas malas para producir bien. Es la diferencia entre un evento siendo bueno en sí mismo y Dios redimiendo ese evento para Su gloria y tu beneficio.
José entendió esto profundamente. Sus hermanos lo vendieron como esclavo por celos. Fue falsamente acusado y encarcelado injustamente. Pasó años en sufrimiento. Nada de eso fue "bueno." Pero después de décadas, pudo decir a sus hermanos: "Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo" (Génesis 50:20).
Dios no causó el mal de sus hermanos, pero trabajó a través de él para salvar naciones. Esto es lo que Dios hace: toma el mal que otros hicieron o que resultó de un mundo caído, y lo teje en un tapiz de redención.
La cruz misma es el ejemplo supremo. La crucifixión de Jesús fue el acto más malvado en la historia humana: asesinar al Hijo de Dios. Pero Dios trabajó incluso ese horror absoluto para el bien más grande imaginable: tu salvación y la mía. "A este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó" (Hechos 2:23-24).
Nota también que la promesa incluye una condición: es para aquellos que aman a Dios y son llamados conforme a Su propósito. No es una garantía universal. Es específica para aquellos en relación con Él. El "bien" que Dios está obrando es principalmente haciéndote más como Cristo (Romanos 8:29), no necesariamente dándote una vida sin problemas.
¿Cómo transforma esta promesa tu vida hoy? Primero, te da perspectiva en medio del dolor. Cuando atraviesas la oscuridad, esta promesa es una luz al final del túnel. No sabes cómo Dios va a trabajar esto para bien, pero sabes que lo hará porque Él lo prometió. Y esa esperanza te da fuerza para dar el siguiente paso.
Segundo, elimina la necesidad de entender todo inmediatamente. Puedes descansar en el hecho de que Dios ve el panorama completo que tú no puedes ver. Como Isaías 55:8-9 dice, Sus caminos y pensamientos son más altos que los tuyos. No tienes que descifrar el plan divino; solo tienes que confiar en el Planificador divino.
Tercero, te protege de la amargura. La amargura crece cuando crees que el dolor que experimentaste fue desperdiciado, sin sentido, sin redención posible. Pero cuando confías en que Dios está trabajando incluso esto para bien, puedes soltar la amargura. No niegas el dolor, pero te niegas a dejar que defina tu futuro.
Santiago lo expresó así: "Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna" (Santiago 1:2-4). Las pruebas tienen un propósito: perfeccionarte, completarte.
Hoy, esa situación que no puedes cambiar, que te duele profundamente, que no tiene sentido para ti, entrégala a Dios con esta promesa. Dile: "Señor, no entiendo esto. Me duele. Pero confío en que Tú eres lo suficientemente sabio y poderoso para trabajar incluso esto para mi bien y Tu gloria." Y luego observa cómo, con el tiempo, Él comienza a revelar el bien que está tejiendo desde el dolor.
